domingo, 11 de mayo de 2014

Mi visión del amor

De pronto llega un día en el que te das cuenta de que la vida te ha enseñado a estimar a aquellos que merecen la pena. Descubres que las promesas son sólo eso, promesas. Que las estrellas pertenecen a un cielo imposible y sólo te queda observarlas desde la distancia. Aprendes que son los valores, los actos y los sentimientos los que de verdad importan.
Día a día te vas dando cuenta de quién está a tu lado, quién te acompaña realmente en tu camino, en tus risas y tus llantos, en tus “pude” y en tus “podré”.
Y es que en este mundo no hay marcha atrás, no hay repeticiones ni segundos intentos. En tus errores se hallan las huellas de lo aprendido tanto como las lágrimas de lo llorado.
Sí... aprendí que quien te quiere te escucha, que quien te quiere no te revelará secretos del mañana sino que te mostrará las maravillas del hoy, de cada hoy.
No creas que soñar es vivir un sueño, mas la magia se encuentra en un presente infinito y eterno, en perder momentáneamente la noción del tiempo y creerse aislado de toda existencia posible. ¿Sabes? Eso es para mí el amor: perderte hasta a ti mismo por una ocasión.
¿Todo lo demás? Bellos recuerdos.
Esta vida no es un cuento ni tiene final feliz. El aprecio se demuestra borrando todo final, todo desenlace. Y se puede... sé que se puede.
Esto no es una canción ni un poema. Aquí exhibo el valle oculto de mi alma, ese sendero precioso que conduce al lago mismo de mis lágrimas.
Cariño son abrazos, miradas, suspiros... pero no sólo eso. El cariño es el pensamiento cuando el ser querido no está; es el silencio, un mordisco en la lengua, el deseo perpetuo de su felicidad o los relatos nostálgicos que recuerdan saludos y despedidas tanto como sonrisas deprimidas.
Muchas veces me pregunté sobre la sinceridad del sentimiento. El sentimiento no miente ni hiere, no llora ni siente. El sentimiento... no existe. Existen los momentos, existen las pasiones, las personas y sus recuerdos.
Llámalo como quieras... yo no pongo nombre a aquello en lo que no creo, porque supondría alimentar con pienso barato las fantasías de ilusos y desamparados que confían en historias escritas por un romántico cualquiera.
Que bella lección aprendí al saberme vivo, al saberme apreciado y al saberme, en parte, eterno. Porque eterno es el recuerdo, eternos los hechos y eternas las letras que pienso. Y por eterno, hasta las caricias de cuantos me quisieron, los versos que me recita el viento y el agradecimiento a mis amaneceres.
En definitiva, aprendí que quien te quiere te perdona, te alimenta el alma, llena tu presente y vacía de fantasmas tu mente, te espera, te piensa, te demuestra lo que calla y a pesar de la distancia, te abraza.

Pero ante todo, quien te quiere realmente, se entrega de lleno a la eternidad...

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