miércoles, 2 de julio de 2014

Caídas

Anoche dos personas perecieron en un accidente de moto tras perder el control de ésta en una de las calles más concurridas de la ciudad.
Cuando pierdes el control de tu vida y de todo lo que te envuelve, ni siquiera un casco de voluntad puede salvarte.
Vas sintiendo el viento contra tu ropa pero, de pronto, todo sucede demasiado rápido. La moto se desequilibra, resbala y un millón de imágenes inconexas se cruzan en tu mente sin dejar lugar a la reacción. Cierras los ojos y sientes el golpe, pero no es eso lo que te duele. La vida y la muerte quedan separadas por un hilo demasiado fino.
Empiezas a escuchar a lo lejos el sonido de ambulancias, abres los ojos y todo lo que ves en el suelo es un charco de sangre. Los recuerdos se suceden y logran alcanzar esa misma noche.
El vacío se apodera de ti al comprobar que tu acompañante sigue sin abrir los ojos. La gente se agolpa alrededor para contemplar lo sucedido. Son meros espectadores, testigos casuales de una tragedia casual.
Cuando pierdes el control de tu vida, de tus hechos, de tus circunstancias... y caes, no siempre puedes volver a levantarte. Cuando tus actos resbalan en el duro asfalto de los errores, no siempre posees la certeza de poder abrir los ojos de nuevo, de poder respirar de nuevo, de poder sentir un latido más empujando tu pecho.
Cuando la velocidad da paso al vértigo, cuando las luces desaparecen y solo queda el miedo...
Cuando las estrellas te buscan consuelo y cuando lo banal deja paso a lo eterno, entonces te darás cuenta de que, lamentablemente, estás en el suelo.
Evita realizar bruscos movimientos, evita pensarlo todo con demasiado detenimiento. Otro error puede suponer el paso que te lleve a una lesión irreparable, a una cama en la que yacen inertes tus movimientos.
Una vez que caes sientes y conoces la reciedumbre, la severidad, la aspereza que pretende acariciarte y te daña. Una vez que caes, miras y no ves un vehículo, sino un montón de chatarra destrozada y desorganizada.

Anoche pereció un motorista en una de las calles más concurridas de la ciudad. Su acompañante logró salvarse, aunque permanece gravemente herido.

Y es que basta una letra del plural, basta una caída o un error, para cambiar todo un destino... o acabar con él.

Buenas noches.

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